Pinot noir

 






("Entre el infinito y el estornudo". O confesión en estado de ebriedad)



Querido:

Fui ayer a la vinería en la que siempre compro fiambre. Sí, voy a una vinería a comprar fiambre. Bodegas Amparo se llama. Y no, no compro vino en ninguna fiambrería. Dejame hablar, por favor te pido. Quería comprar un pinot noir como la gente. Tenía en mente una sensación en particular, algo que buscaba reproducir. Vos sabés bien que a mí el vino no me va ni me viene. (¿Agarraste el jeu d’esprit;  “el vino no me va ni me viene”? ¿Vino, va, viene?) Bueno, retomo (¡re-tomo!). Me acordaba de una vez en que un señor muy fino —era muy viejo para mí pero era más joven que yo ahora— nos invitó a mi ex y a mí con un pinot noir que me hizo sentir, por primera vez, un sabor de una acidez perfecta, tibio y aterciopelado. Son dos registros diferentes, ¿viste? Uno responde al gusto y otro al tacto, pero no encuentro otra manera de describirlo. Ah, me dije, esto sí que me gusta.  Bueno, no sé por qué el otro día estaba antojada de eso. Y  la vida hay que vivirla tanto como que la muerte hay que morirla.

Lo escrito es solo una introducción.

Ahora viene lo importante.

Lo que quiero decirte. 

Aunque antes tengo que contarte que en la vinería donde compro fiambre, también compro queso. O quesos. Y ya sabés cómo soy yo con el queso, con los quesos. Me gustan casi todos. Mucho. Y como la vida no está para morirla sino para vivirla compré un pedazo de brin d’amour y otro de manchego. Y unas castañas del Cajú tostadas.  Un ojo de la cara todo.

En casa, ahora, después de trabajar todo el día, me armé con todo eso la bandeja para llevar a la cama, la que tiene patitas, ¿te acordás?, y me puse Sleppless in Seattle en el televisor y fui muy feliz por un rato largo. Norah Ephron es grandiosa. Leí un par de ensayitos buenísimos de ella de un libro que se llama “I feel bad about my neck:”.  Y el bobo de Tom Hanks y Meg Ryan están muy bien.

Te cuento todo esto incluyendo lo de la película porque en el fondo lo que quiero decir tiene que ver con lo que me gusta como el vino y los quesos y es, en definitiva, también una historia de amor. No correspondido. Amor no correspondido que me tiene aquí atrapada, entre el infinito y el estornudo. 

Mañana sigo porque ahora me agarró un sueño terrible que, no lo creerás, es casi tan tibio y aterciopelado como el pinot noir.
Beso.


(La fotografía es de Naotake Murayama en Flickr.)

Comments

Popular Posts