Paris Vipassana

 

Has de darte cuenta de que no puedes esperar consolarte de tu dolor escribiendo.
Natalia Ginzburg
Tengo que escribir esto rápido antes de olvidarme y antes de que se me haga tarde para salir a trabajar. ¿Y si no, qué? Y si no, nada.

Voy a empezar por la cita de esa italiana de apellido judío cuyo nombre no me viene ahora. La frase está como epígrafe de algo que estoy leyendo. Se refiere a la imposibilidad de que la escritura pueda ayudar a elaborar algo. Elaborar. Qué palabra estúpida usada en ese sentido y sobre todo cuando se refiere a un duelo. No pueden darse una idea de qué mal me suena, qué vacua, cuánto la evito. Ahora, apurada, es lo primero que me vino.

Vaya a saber si con la escritura avanzamos en eso de acomodar las cosas. Aunque creo que la italiana hablaba del dolor. En el baldío que hay en la esquina de casa, alguien pintó hace mucho, parece, porque las letras se ven gastadas: “Estoy triste. Me siento solo. Necesito ayuda.” No hay firma ni un indicio para buscar el contacto. Parece un mero (¿mero?) statement. Lo veo todos los días y me causa siempre un poco de desazón. Pobre persona, pienso. Quisiera saber qué habrá sido después. Y ayer vi dos pintaditas en una columna del Banco Francés en Florida y Córdoba: “Dios, te necesito” y, al lado: “Te amo, Brian, guacho mío.” No sé por qué la gente escribe y deja dicho. 

Pero antes que la cita de la italiana, irá el título: “Paris Vipassana”. En el primer párrafo, el mensaje de wasap de Javier sobre la práctica y el retiro. 
[13:01, 10/3/2019] Javier: Hice retiro vipassana muy bueno (carita sonriendo)
[13:01, 10/3/2019] Javier: Gracias por todo. Besos y que todos los seres seamos felices (carita sonriendo).

“Que todos los seres seamos felices”. Los seres. En fin. 

Después voy a explicar al pasar que estoy en un grupo de wasap con Javier y otra gente. El grupo de llama “.b”. Punto be. Lo habíamos armado cuando hicimos juntos un curso de Mindfulness. En cualquier momento, cualquiera de nosotros podía mandar un “.b”. Era el único mensaje permitido en principio. Y era un recordatorio -“just breathe”- de que sería bueno detenerse aunque fuera unos segundos para prestar atención a la respiración. Una pavada así, fuera de contexto, como diría cualquiera a la defensiva, un político, por ejemplo.
Ya mismo aclaro que ahora, cuando estaba recordando este asunto y antes de buscar el textual de Javier, en lugar de “retiro” pensé “encierro”. Cuando había recibido el mensaje me había dicho a mí misma “yo, ni loca”. ¿Retiro vipassana? Me acordé de París. 

Entonces voy a hacer un pequeño détour y voy a mencionar mi primer retiro. ¿O único? Único por lo menos en cuanto al tema del silencio. Aclararé que la sensación de encierro no tuvo que ver ni con pasar tres días con casi perfectos desconocidos; ni con el lugar, que era muy bonito; ni con la comida vegetariana; ni con los tres días fuera de casa. Sí, con el compromiso de no hablar durante todo ese tiempo. La noche en que llegamos, después de acomodarnos cada cual en el dormitorio asignado, después de cenar y antes de decir hasta mañana, nos reunimos todos en el salón de meditación donde quedó inaugurada la veda de palabras cuando sonaron unas campanitas. Creí que no iba a resistir ni un solo minuto. Me habría ido en ese instante mismo. Me dije “just breathe”. Al final, cuando otras campanitas anunciaron que había terminado el silencio, habría querido no hablar nunca más en la vida con nadie.

Voy a decir después que esa sensación de no poder resistir ni un solo minuto me pasa a veces cuando subo al avión. La manejo. Y me pasó la última vez (mejor poner “la segunda vez”, para no parecer una ridícula manda parte) que fui a París. 

Sobre París tengo que contar que había contratado un “studiette”. Bonita palabra. Díganme si “studiette” no suena coqueto. Y después tengo que comentar que un “espacio reducido pero completamente equipado” me parecía que podía ir muy bien con mi propio tamaño y conmigo. No sé si la presentación de Airbnb incluía el adjetivo “cozy” o si me lo estoy imaginando ahora. Cozy siempre me hace pensar en medias de lana para andar descalza en pijama, almohadones y sofá.

Todo eso contaré para pasar describir enseguida el ahogo en esa chambre de bonne, el sofoco del encierro caliente del aire húmedo bajo el cielo de París. ¿Vale la pena esa mención? Nadie va a entender la referencia. ¿Quién escucha hoy “Sous le ciel de Paris”?
Voy a explicar que seguí sintiéndome encerrada en las callecitas de Le Marais y también en los Eliseos y en los puentes y adentro de casa de amigos y afuera, de noche y de día, hasta que me volví.

Y terminaré contando que hace unos días tuve un amague de esa misma sensación en Buenos Aires. Me asusté. Si es así, pensé, posiblemente no haya lugar en el que esté completamente a salvo de sentir el encierro. Todos estamos encerrados aquí, todos. Un poco más acá o un poco más allá. No hay otro lugar donde estar ni adonde ir como no sea buscar la única puerta de salida. 

.b

Comments

Popular Posts