Snob?


La otra noche comí empañadas de gruyère y panceta en masa de harina integral, guacamole con un toque de curry y una ensalada de kale, roquefort y durazno en dados. Lo iba a tuitear pero pensé que podía leerse como una snobeada. Yo estaba contenta con mi menú y también con el hecho de haber conseguido kale en el Jumbo. No es que me guste tanto, por eso quise suavizarlo con el durazno y darle un toque con el roquefort. Pero me pasa lo mismo que hace unos cuantos años, ya no, me pasaba con Starbucks: me hacía sentir que estaba en Nueva York. Además de que Nueva York es Nueva York, es la ciudad donde vive mi hijo. Lo extraño. Busco mantenerme cerca de alguna manera incluso de maneras absurdas. Por ejemplo en diciembre, cuando compraba regalos de Navidad para la familia, vi un recipiente de acero inoxidable con agujeros pensado para poner como en un florero las cucharas de madera, el cucharón, las espátulas. Era igual al que tiene Pablo en su casa, allá. Casi me lo compro. Ya lo veía en la mesada de mi cocina y ya veía la foto que les iba a mandar a él y a Mechi. Mechi es mi nuera. Me detuvo la idea de que no lo iban a entender.


Tuve la misma impresión cuando iba a escribir en Twitter lo de mi cena de la otra noche. No lo iban a entender. Iban a pensar que soy una ridícula. A veces no me importa eso. A veces, sí. Un rato antes, además, había puesto el link a la versión de "Asesina" por Calamaro, Los Palmera y la Sinfónica de Santa Fe. Me gustó que Calamaro grabara ese tema porque me gusta la cumbia. Si escucho cumbia me muevo, bailo. Los chicos se ríen de mí. Tenemos un diálogo más o menos frecuente. Yo pregunto "¿qué estamos escuchando? ¿son los tucumanos tristes o son los de La Plata?". Hay un par de grupos de rock que ellos escuchan, onda "Los Espíritus", que no tienen ningún espíritu que los inflame. Tristes y lavados. Ellos, los chicos, se adelantan a lo que yo diría y me imitan: "poné Gilda". En general no ponen Gilda pero pasamos a algo más animado. 


Tengo una playlist para correr sólo de cumbias, con varios tema de Gilda. Los Palmera figuran con "Bombón asesino". El género tiene un ritmo suave y sostenido que me va bien a mí para trotar.


Pero, además, me gusta bailar. Es algo que descubrí, desgraciadamente, muy de grande, cuando me di cuenta de que podía moverme tan bien o tan mal como cualquiera. Todo empezó porque una piba que venía a darme clases a casa me dijo que después de los treinta y cinco todo lo que se cae no se acomoda más. Empecé a ir al gimnasio tres veces por semana, a clases de localizada. Después empecé a probar aerolocalizada, aeróbica, step, body pump, funcional, spinning. Había música en todas. Seguí con zumba, ritmos, ballroom. Pese a la imagen que tenía de mí misma, vi que podía coordinar los movimientos, seguir una secuencia, bailar coreografías. Al final, uno de los profesores nos convocó a un grupo para montar una comedia musical. Durante un año ensayamos tres horas todos los sábados, nos hicimos los trajes de monja y de cabareteras de la década del '30 con lentejuelas y plumas y dimos cuatro o cinco funciones, hasta que se nos acabaron los amigos y familiares que podrían ir a vernos.


Ese recorrido llevó años en la vida. Durante ese tiempo fuimos con las "chicas" a cenar y a bailar --en una de tantas vimos el Bambino Vieira que se movía con una mano en el bolsillo y la mirada perdida, por encima y más allá de su pareja-- y a fiestas de quince, casamientos, cierres de campaña y festejos de triunfos electorales, galas de fin de año militares, encuentros de egresados. También hice algunas reuniones en casa, como la "Fiesta del Hojaldre". La comida estaba basada en ese tipo de masa: empanadas y tartas, sfogliatellas, cañoncitos y alfajor santafesino. Uno de mis hermanos hizo varios compilados para bailar. Por supuesto, uno era de cumbias. También tuvimos pop, lentos y rock. Me encanta bailar rock. Soy mala en la materia, sí. A veces practicaba usando como partenaire alguna puerta de la casa, agarrada del picaporte.


Tuve un novio (¿cómo quieren que lo llame?), “el-ahora-comodoro" para las amigas porque lo conocí siendo vice comodoro y ascendió y así quedó bautizado. A él también le gusta bailar y sabe. Es algo, no lo único, por lo que lamento haberme separado de él. Muchas veces le pedí que hiciera conmigo como el Bambino aquella vez. Lo imitaba y yo me reía a carcajadas. 


Ahora no tengo con quién bailar. Pero la cumbia me sigue divirtiendo. Y por eso tuitié lo de Calamaro y Los Palmera. Cuando me autocensuré lo de la ensalada de kale con durazno y roquefort, un golazo para mí, me acordé de que ya había publicado  lo de "Asesina" y supuse que seguramente habrían dicho--quién "¿habrían dicho"? ¿mi público? no me hagas reír que me entra frío en la muela-- que era una snob.


¿Soy una snob? Es una pregunta que se hace Virginia Woolf en un texto que tengo en una recopilación de escritos que se llama "Momentos de vida". Se me ocurrió que podía agregar esa referencia al eventual tuit con el menú de la otra noche pero me di cuenta de que eso empeoraría la cosa. Al final se lo conté a los chicos en el grupo de wasap y mi nuera me contestó: "Polémico todo! En hipsterland (que es donde ellos viven) la rompés con ese menú!" Imposible salir del rulo.

El episodio de la ensalada de kale, el tuit que no fue y la referencia a hipsterland, un lugar donde la carnicería de la esquina da cursos (¡cursos!) sobre cortes de res y advierte que tiene cupos reducidos, me llevó a buscar el artículo de VW. "La esencia del esnobismo estriba en el deseo de impresionar a la gente", escribe. "El esnob es un ser aturdido y de escasa capacidad mental, tan poco contento de sí mismo que, a fin de consolidar su personalidad, no hace más que  pasar un título o algo que suponga un honor por la cara del prójimo a fin de que el prójimo le crea y ayude al esnob a creer lo que realmente no cree -que él o ella es, de una manera u otra, una persona importante.""Ese síntoma concurre en mí", dice Virginia. Y en mí. Quizá.

Los chicos vinieron a cenar al día siguiente. Les hice solomillo de cerdo al ajo y romero y terminé la cocción en vino. Y les serví papas blancas y otra vez ensalada de kale, roquefort y durazno en dados. Y helado. Pusieron música aburrida: Britta Phillips, hip-hop, rap y cosas japonesas con ruiditos. De paso, aprendí qué significa "estar en modo diablo". Es justo de lo que venía hablando: ¡cumbia! 


(Febrero de 2019)


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