Rosas blancas




-¿Qué le viste, nena, a ese tipo?
-No sé. Me gusta. Puede ser la altura o que sea erguido pero no envarado. O que camine rápido y suelto, con los brazos livianos. O que incline la cabeza sobre el hombro y le quede una sonrisa oblicua cuando me saluda. Y que sonría cuando me saluda. Que me salude. Que le chispeen los ojos aunque los ojos no, porque son celestes y se sabe que no me gustan los ojos celestes. Que tenga el pelo totalmente canoso pero que parezca joven. Que parezca casi más joven que yo. Que haya creído que me lleva unos quince años. Que me venga a buscar en el coche con olor a limpio. Que no tenga faltas de ortografía. Que le queden bien los vaqueros (no esperen que diga jean). Que tenga las piernas derechas. Que tenga la voz grave y que hable tranquilo. Que sea tímido pero que la ponga, si se me permite la delicada metáfora. Que no tenga panza. Que sea flaco pero no escuálido. Que me tenga paciencia. Que sea confiado. Que sea amable. Que me abra la puerta del auto antes de subir él y que espere a que esté acomodada en el asiento y que lo mire para cerrarla. Que me pida que no le dé las gracias. Que se ría cuando le doy las gracias. Que se confunda contando las vueltas que damos al parque cuando salimos a caminar. Que tenga buen perfume. Que no se la crea. Que no sepa cómo hacer. Que se emocione. Que no me deje hablar de política ni entrar en el vórtice de esa locura que se me desencadena con el tema. Que me escuche siempre, sin embargo, pero que no pregunte mucho. Que sea de River. Que me haya regalado una longaniza la segunda vez que nos encontramos. Que no me haya dicho ninguna frase ridícula sobre mi profesión. Que arme aviones y los vuele y los rastree con un dron cuando se caen. Que sepa quiénes eran los Pérez García.
-¿Eso te alcanza?
-Según para qué. No puedo decir que elegimos el mismo tipo de libros, ni el mismo tipo de cine, ni siquiera la misma música. Ni que preferimos la misma comida aunque ahí tenemos el caso de la longaniza. Y no me gusta que tenga una estampita con la Virgen en el auto. Ni que me diga que a veces se aburre porque no concibo que la gente se aburra y no encuentre algo que la entretenga. O sí. Pero no me voy a poner a disertar ahora sobre lo que pienso del aburrimiento. Tampoco me gusta que le interese tan poco la política. Ni que me pida definiciones que no puedo dar. Ni que se sienta intimidado por mí, porque odio parecer una gorgona. Pero me alcanza para querer sacarme el barbijo.
-¿Eso es todo?
-¿Qué más puedo agregar? Anoche soñé que estaba en un vivero con un hombre, recorriendo
una plantación de rosales blancos. Él quería elegir un ejemplar para regalármelo. Mientras íbamos y veníamos entre los canteros, yo pensaba que el hombre parecía saber mucho de plantas, que esas rosas no tienen demasiado perfume pero que las flores blancas, todas, son las que más me gustan y que yo quería seguir sintiendo esa calma que tenía cuando estaba con él. “Es más de lo que puedo decir de cierta gente”. 

(Agosto de 2020)


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