¿Cómo escribir esto?













«Quizá yo no sea muy humano. Mi deseo era pintar la luz del sol  sobre una pared.»

                                                                                                                        Edward Hopper



I- 


El sol da en el balcón unos pocos minutos por día, a la mañana muy temprano, cada vez más temprano a medida que el invierno avanza hacia la primavera y la primavera hacia el verano. En las últimas semanas me apuro a levantarme, a abrir los postigones, para que esos rayos caigan sobre el jazmín que está floreciendo. Los pimpollos necesitan ese rato mezquino de luz pegando directamente sobre las hojas, sobre el tallo, sobre los capullos. La gata maúlla enredada entre mis piernas pidiéndome la comida mientras huelo, reviso, miro la evolución de las hojas de los árboles de más de veinte metros de altura que tengo frente a mí, controlo el nido de hornero, veo si la paloma sigue empollando frente a la ventana.


En estos días, los plátanos llenan de pelusa el piso del balcón. Antes de volver a entrar, antes del desayuno, barro lo que cayó durante la noche. Esta mañana me agaché para sostener la palita y juntar la basura y vi motas de polvo bailando en la luz. Vi esas, otras, motas de polvo en el dormitorio de mi casa de la infancia, cuando me gustaba hacerlas aparecer y desaparecer según cómo me pusiera para mirarlas: existían y dejaban de existir casi en el mismo momento. Motas de Schrodinger, diría Laura, la uruguaya. Y vi -lo vi de verdad aunque, como a esas partículas, al recuperar la postura dejé inmediatamente de ver- el gesto de la mano de mi madre regando agua, tirando puñados de agua desde un balde de zinc, como semillas un sembrador, sobre la tierra del fondo. Para que no se levantara polvo, para que no entrara a la casa  entonces, levantado por el viento del balcón, acá, ahora.


No me acuerdo casi nada de mi mamá muerta hace tanto y tanto. No, de su cara; no, de su voz. Sí, de algunas palabras y de algunas cosas que dijo, alguna frase. No me acuerdo de ningún gesto de cariño. Sí, de algunas peleas. Pero vi el balde, la mano, las salpicaduras del agua un instante antes de que las tragara lo seco, sobre la parte de tierra del patio de atrás en la casa vieja. 


Louise Glück dice: ”Miramos el mundo una sola vez, en la infancia. El resto es memoria.” Aunque no tengamos memoria de la memoria.


(Octubre 2020)

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