La tetera es de porcelana pero no se ve
Las encontré sentadas a la mesa como si alguien las hubiera invitado a tomar el té. La tetera es de porcelana pero no se ve. Bueno, sí, se ve. La estoy llevando ahora en la bandeja, con las tazas y el paneforte. Voy pensando que me gusta la palabra “kettle”.
-Are you a tea-first person or a milk-first person?- está diciendo la vieja justo cuando me estoy diciendo la misma frase en silencio.
No la conozco a la vieja, no la vi antes, pero comprendo perfectamente quién es. Nunca pensé que podríamos haber llegado a esa edad. No sé cómo lo sé pero tiene noventa y cinco. Podría haber alguna más vieja, incluso, porque al fin y al cabo acá no estamos todas. Todas seríamos una multitud. Seríamos infinitas. ¿Cuántos puntos hay entre dos puntos?
-Estamos invitadas a tomar el té.- medio canturrea la chiquita de quince.
Bueno qué es esto de que todas pensamos más o menos lo mismo al mismo tiempo.
- A mí me dijeron que no sé servir el té.- comenta la madura joven, cuarenta y cinco calculo.
-La boluda que te dijo eso no va a ser tu amiga por mucho tiempo.
-Ya me enteraré en su momento, ¿no? No quiero saber de antemano cómo sigue la película. ¿Y para qué estamos acá hoy todas juntas?
-No somos todas -explico lo que había pensado hacía un minuto-, imaginate todas, todas, todas hasta llegar a la vieja.
Noventa y cinco: ¡La vieja!
Sesenta y cinco: Sí, la vieja. Vos ya sabés que nosotras no hablamos de adultos mayores, de los que menos tienen, de afroamericanos, de personas en situación de calle… Al pan, pan. No estamos para hacer del mundo un lugar mejor.
Noventa y cinco: Tampoco estamos para el cinismo, che.
Quince: ¿De qué hablan?
Cuarenta y cinco: De nada. Boludeces.
Sesenta y cinco: Me voy a dejar las canas y me voy a cortar el pelo bien cortito.
Cuarenta y cinco: El peligro es el corte cortito. Porque ¿vos a qué le llamás cortito? Ojo con el efecto nube.
Sesenta y cinco: ¿Qué sería el efecto nube?
Cuarenta y cinco: La nube de esos pobres pelos finitos, enrulados y blancos. Como flotando alrededor de la cabeza, ¿viste? También está el famoso modelo arbusto de jardín, un globo podado, bien redondito.
Sesenta y cinco: Parece que no me conocieras, que no nos conocieras. ¿Vos creés que andaríamos por el mundo como esas tanas viejas de San Martín?
Quince: ¿De qué hablan? ¿Qué tanas viejas de San Martín?
Noventa y cinco: En realidad, son las tanas viejas de cualquier lugar. Cuando Pablo vivía en Brooklyn le sacamos fotos a esas vecinas italianas, en batón, baldeando la vereda, el pelo así, como estamos diciendo. Ya sabemos que no es el corte que tenés en la cabeza. ¡El corte que tenés en la cabeza! Ja.
Quince: Pero puede ser corto y con rulos, como Angela Davis.
Cuarenta y cinco: Me suicido. Ya lo probamos. No va.
Quince: ¿Lo probamos?
Cuarenta y cinco: Vos todavía no probaste nada. Ya vas a probar.
Sesenta y cinco: No le hables así, pobre nena.
Cuarenta y cinco: Por la pobre nena somos estas pobres mujeres y estamos como estamos.
Sesenta y cinco: ¡A vos no te va tan mal, gordita!
Noventa y cinco: Ay, Alfonsín.
Quince: ¿Quién es Alfonsín?
Noventa y cinco: Vos podrías dejar de rizar el rizo, ya que estamos con el pelo, y dedicarte un poco a pasarla mejor.
Cuarenta y cinco: Es que…
Sesenta y cinco: Es la narrativa del psicoanálisis.
Cuarenta y cinco: Vos sí que evolucionaste un montón. La tenés re clara. Te vas a dejar las canas y te vas a cortar bien cortito. Un verdadero cambio.
Quince: ¿De qué hablan? ¿Che, vamos a ir, fuimos a Brooklyn? ¿Quién es Pablo?
Noventa y cinco: Nuestro hijo mayor.
Quince: ¿El mayor? ¡Hay más de uno!
Cuarenta y cinco: Sí, tres. Varones. Pablo, Ariel y Francisco. ¿Te va?
Sesenta y cinco: Decile “ahré" a la marmota.
Quince: Ariel era un chico…
Sesenta y cinco: No hagamos arqueología. Decime algo, viejita. ¿Qué pasó con ese tipo que conocimos cuando nos mudamos?
Noventa y cinco: ¿Cuando nos mudamos al departamento de la calle Juramento?
Sesenta y cinco: Sí. ¿Hay otro más? ¿Nos mudamos de nuevo?
Noventa y cinco: Sí, no importa. Mucho no me acuerdo del hombre así que… Bueno sí, me acuerdo. Pero tengo que pensar un poco, repasar las cosas. Sacá tus conclusiones. No es alguien que esté ahí nomás, en el primer estante de la memoria. ¿Pero para qué querés saber qué pasó? Vos hacé lo que quieras hacer, lo que tengas ganas. Dejemos todas de rizar el rizo.
Cuarenta y cinco: La gente riza el rizo y nosotras también. Es lo que nos da de comer.
Quince: ¿De qué hablan?
Cuarenta y cinco: Vos, tranquila. Tampoco hay que saber el final de la película cuando recién está…
Quince: …rugiendo el león de la Metro.
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