Senseless
Querido diario:
Tengo que escribir algo sobre el sentido de la vida y de mi propia existencia, como si hablara con alguien sobre el tema. Hablo con vos, entonces. Es para un ejercicio del Taller de Autobiografía. Lo estuve pensando unos días pero no tuve ninguna revelación sobre el tema y no creo que vaya a tenerla. Vos ya sabés mi respuesta: mi vida no tiene ningún sentido particular, como tampoco lo tiene la de todos y cada uno de los hombres (no me pidas el todos y todas y todes), ni la de la Humanidad en su conjunto.
Un par de veces usé para algunos trabajos de otro tipo, más serios que la entrada a un diario íntimo, una cita de Jacques Monod de “El azar y la necesidad”. Tengo que volver a ella: "El Universo no estaba grávido de la vida, ni la biosfera del hombre. Nuestro número salió en el juego de Montecarlo. ¿Cómo sorprenderse de que, como quien acaba de ganar allí mil millones, sintamos la extrañeza de nuestra condición?”
Como todos, yo también estoy aquí por casualidad y no tengo ningún destino manifiesto.
Me acuerdo de que un día, en la puerta del negocio de la tía Sara, tuve un momento angustioso. Debía tener unos ocho años y no sé qué estaba haciendo parada bajo la vidriera de la tienda, en la calle. Pero ahí estaba. Pensé que si la abuela Margarita no hubiera venido a la Argentina yo habría podido haber nacido en España. Pero enseguida me di cuenta de que, de haber sido así, de no haber venido a este país, mi madre no habría conocido a mi padre y, entonces, yo nunca habría nacido. Entendí que para que eso haya sido posible las cosas tuvieron que haber pasado tal como pasaron y que un mínimo cambio podría implicar mi inexistencia.
Monod también dice aquello de que “el destino se escribe a medida que se cumple, no antes”. Hoy, cuando pensaba una vez más en el tema, creí que la frase era de Lacan pero no podía recordar dónde la había leído. Cuando revisé el texto de Monod vi que era de él. Y creo que la recordé cuando me dije, una vez más, que el principal motivo por el que creo que quiero seguir dando sombra sobre la Tierra son los chicos, la necesidad de cuidarlos de alguna manera, de evitarles cualquier dolor que pueda. Así es hoy. Pero podría no haber sido madre. No es ésa la razón de mi existencia. Es algo que se convirtió, en el mejor de los casos, en un pilar que me sostiene y que sólo terminó siendo así a medida que fui madurando mi maternidad, a medida que ésta se realizaba y se realiza para seguir con la cita. En cierto modo, esa es mi obra inconclusa e imposible de concluir.
También dice Monod -y estaría bueno buscar el entrecomillado exacto- que el papel que todos tenemos, el aporte que podemos hacer, es contribuir con nuestra descendencia a enriquecer el ADN de la especie para convertirla cada vez en una especie más apta para la supervivencia. Siempre pienso que nadie sabe y nadie se ocupó de preservar el nombre de los egipcios, de todos y cada uno, que participaron en la construcción de las pirámides. Tampoco mi nombre, y el de casi ninguno, va a quedar grabado en piedra pero me alegraría que algo de mi sangre quedara disuelto en el río de la vida que sigue. Para eso ya hice mi parte. No hay mucho más.
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